sábado, 26 de abril de 2014

Lo que dicen los árboles (fragmento)


(...) y como cuando alguien que no conoces te mira y en un momento dado te percatas de su mirada, pero la retiras y a los pocos segundos sigues sintiendo que esa persona te sigue mirando. De esa forma sintió que aquel árbol la estaba llamando. Y pensó "tal vez es que quiere que le abrace". Así que se aproximó al árbol despacio y eso hizo. Arrimó todo su cuerpo contra la corteza de aquel pino y lo abrazó. 
Era un pino muy viejo, con un tronco bastante ancho que se torcía producto de la caprichosa naturaleza. Pero al mismo tiempo aquel tamaño impresionaba bastante si levantabas la mirada y veías la altura de la copa. No se sabe cuántos años necesitó aquel árbol para alcanzar aquel tamaño, y aunque no era el más majestuoso de todos los pinos ni mucho menos, a la muchacha sí le nacía un respeto y admiración por aquel ser arbóreo de la naturaleza.
Lo que sucedió después la dejó bastante impactada ya que no era la primera vez que se abrazaba a un árbol y más o menos sabía lo que se siente cuando rodeas con los brazos un tronco. Lo que suele suceder es que, de pronto, te hermanas con el árbol y empiezas a sentir cómo su energía te invade. Es bastante especial ya que no hay otra cosa que te proporcione esa misma sensación. Pero en esta ocasión no sucedió eso.
Ella comenzó a sentir una presión bastante intensa en la zona de su corazón. No el corazón en sí, no el órgano, sino la zona energética que se relaciona con él. Y la invadió un pesar y un sufrimiento tremendos. Como cuando te abrazas a alguien que sabes que está sufriendo mucho por algo terrible.
Y entonces, sin poder evitarlo, comenzó a llorar... Y no sólo sintió que lloraba con el árbol, sino que también  el árbol lloraba con ella. Y que al mismo tiempo de tanto llanto, algo más quería ser transmitido.
Pero no pudo soportar el dolor y se separó del árbol. Pero algo le decía que siguiera allí. Y aunque su primer impulso fue marcharse, intentó quedarse junto al árbol, apoyada con su hombro contra el tronco y al mismo tiempo apoyando su cabeza contra el mismo tronco. Apoyándolo a él, o él a ella. Ya no sabía muy bien quién a quién.
Pero tampoco pudo soportar aquel dolor. Porque el dolor ya no era sólo del árbol. Sintió que aquello era el dolor de la misma Tierra, algo demasiado grande para ella y se dió cuenta de que no iba a poder con tanto sufrimiento, así que se metió en la casa, llorando primero y buscando quehaceres mundanos después para intentar no sentir aquello.
No se podía creer lo que acababa de pasar. Un árbol le había dicho que la Tierra estaba sufriendo, y que necesitaba de gente como ella para expresar ese dolor. 
Y digo yo... "Bueno...Al fin y al cabo, siempre debe haber alguien que nos escuche cuando no nos sentimos bien,... no?"
(...)

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